miércoles, 29 de mayo de 2013

Juro no olvidarte.

¿Te acuerdas cuándo paseábamos juntos cogidos de la mano? ¿Recuerdas cómo me mirabas, con ese brillo en los ojos que solo eres capaz de conseguir tú? Me acuerdo de cada primera caricia, de cada primer roce y de cada primer beso. Lo recuerdo todo de ti. Por eso me dolió tanto vestirme de negro aquella tarde de verano. Acicalarme y ponerme telas negras por los sitios donde antes tus cálidos dedos me tocaron. Todos esos recuerdos vinieron a mi la tarde de verano en la que hinqué mis dedos en la tierra mojada y la eché sobre aquella caja que te protegía. Todo el mundo te llevó rosas, claveles y lirios. Pero yo no, yo fui a la pradera en la que me leías las tardes de verano y recogí una a una las margaritas que tantas veces nos cobijaron. Me coloqué una en el pelo, detrás de la oreja, como solías hacerme tú. Las demás las coloqué encima de la fría piedra que ahora te protege y te da descanso. Antes era yo la única capaz de darte ese descanso. Pero me fue arrebatado ese derecho el día que te fuiste. Ahora mi único derecho es llorar, vestirme de negro y pasarme las tardes tumbada en tu fría lápida, que es la única que, paradójicamente,  me da algo de calor. Antes solías ser tú el que me daba ese calor. ¿Qué derecho se cree tener una piedra para quitarnos los derechos que poco a poco, nosotros mismos, nos fuimos creando? Yo por mi parte, y por mucho que odie esa piedra que nos separa, solo puedo sentarme allí, sin poder hacer nada más que llorar y esperar, a que algún día, la añoranza de perder a mí primer amor desaparezca y poder encontrar a alguien que tenga una sonrisa tan llena de vida cómo la tuya, aun siendo tu vida arrebatada, o alguien al que sus finos cabellos dorados brillen igual que alguna vez brillaron los tuyos. Pero juro no olvidarte...

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