jueves, 26 de febrero de 2015

Sara escribe... #1

¡Feliz jueves lectores! Hoy estoy aquí para empezar una nueva sección. Ya os hablé de ella el domingo pero aún así, voy a volver a repetir de que va a tratar, para los más despistados.

Hace un par de semanas, quería comenzar una novela para publicar en wattpad (es decir, escribir únicamente para divertirme y pasar el rato, sin afán de hacer algo super trabajado) y tuve tan mala suerte que perdí el archivo después de haber escrito un par de capítulos. Afortunadamente, mientras buscaba el archivo perdido, encontré la historia que os voy a enseñar ahora. No recordaba haberla escrito y enseguida me dispuse a editarla y darla un final (ya que no la había terminado). Se la pasé a Mery, con la que hago la sección Between books and feelings, y me dio su aprobación así que, aquí estoy para compartirla con vosotros.
Es una historia muy corta, son once capítulos y tiene solo cinco páginas, pero voy a ir compartiéndola poquito a poco.

Sin más dilación, aquí tenéis el capítulo 1

I

Lo veía cada noche. La cafetería dejaba ver su cuerpo: alto, musculoso y siempre alerta. Mientras que fregaba las pequeñas tacitas de porcelana y preparaba  brebajes con nombres impronunciables a los clientes más tardíos, mi mirada se perdía en esa figura durante los diez segundos que tardaba en pasar por el escaparate de la cafetería donde yo trabajaba. A veces tenía suerte y podía ver sus ojos, llenos de tristeza y miedo. Idiota de mi, pasé tantas jornadas imaginando el por qué y el cómo curar aquella tristeza.

Pero eso no solía pasar, porque casi siempre mirabas al suelo como quien mira su cuadro preferido. Y los días que conseguía ver tus ojos, los días en los que nuestras miradas se cruzaban, no me importaba tener un trabajo mal pagado en donde era prácticamente explotada. Ponía corazones de sirope de chocolate y añadía raciones extra de nata a los mocas, fingía equivocarme y cobrar el tamaño mediano aunque sirviese  capuchinos grandes. Porque, por alguna extraña razón, cada pequeño átomo de mi cuerpo reclamaba al tuyo. Y cuando era correspondido, la vainilla se convertía en canela y los descafeinados en lattes.


Y aquella tarde, el peor café del mundo se convirtió en un delicioso macciato. 

No tiene título, así que espero sugerencias en los comentarios. El título que más me guste, será el elegido :) 

¡Un beso y hasta el domingo! 
S.Jeanne

5 comentarios:

  1. ¡Qué tierno! Qué curioso lo de las cafeterías, son sitios especiales para escribir una historia y hacer que pasen cosas bonitas. En algo que estoy escribiendo también pasan cosas en una y <3

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    1. Las cafeterías me inspiran, si te soy sincera jajaja ¿Se puede leer eso que estás escribiendo?

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  2. Madre si esto lo haces por diversion no me quiero imaginar si lo haces en plan currado

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    1. muchas gracias anónimo! A ver, este si que está currado pero no lo hice con ningún propósito más que desarrollar un poco mi creatividad :)

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    2. Pues si lo haces con propósito te saldría de **** madre (y no digo que este no lo este)

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